domingo, 27 de diciembre de 2009

Otra forma de amar...







foto mabymaio













El lesbianismo en la obra de Cristina Peri Rossi

Maiki Martín Francisco

La literatura, como cualquier otra manifestación artística, se asienta sobre las bases de la transgresión. Como bien decía Julio Cortázar, "¿para qué sirve un escritor sino para destruir la literatura?". El aspecto lúdico y rebelde —unido a las formas más inconscientes de la personalidad del genio creador— se acrecienta cuando el leimotiv dominante en la obra es erótico. El erotismo, como afirma Bataille, lucha contra lo prohibido al mismo tiempo que existe gracias a él. Así, cuando el cristianismo y otras religiones condenan el goce sexual, fuera de los fines exclusivamente reproductivos, no hacen más que fomentar su práctica, e incluso a partir de ese momento comienza a darse un mayor florecimiento sensual, reflejado en el arte. Curiosamente, las grandes obras se encuentran estrechamente unidas a épocas de marcado carácter restrictivo: inquisición, dictaduras, guerras y otros tipos de dominación de consciencia.
Desde Catulo hasta el presente, el arte de amar ha encontrado numerosas formas para incluirse dentro de la misma tradición que lo rechaza o lo persigue. La perversión sexual —entendida como “desviación” de las funciones biológicas de perpetuidad de la especie— encuentra su mejor camino en el campo de la ficción y de la fantasía, lugares en los que han existido comúnmente. Sin embargo, en este mismo ámbito erótico se encuentran distintos niveles de “aceptación” social, que reprime algunas prácticas (incesto, pedofilia, sadismo, etc.) en favor de otras en las que un punto de vista único se erige por encima de los demás. Se trata así de ratificar el paradigma hombre-blanco-heterosexual dominante, el cual está capacitado, dentro del propio orden social, para alabar la belleza de la mujer —incluida también en el arquetipo de “lo femenino”— a partir de su propio imaginario. Surge así un discurso antropocéntrico, en el que no caben ni la voz de la mujer ni la del hombre que ama a otro hombre. Las diversas formas de amar quedan silenciadas, relegadas a un espacio marginal que trata de diferenciarse o defenderse.
La tradición erótico-amatoria occidental, sobre todo después del cristianismo, está formada por la visión casi exclusiva del hombre hacia la mujer como sujeto pasivo o como objeto de los deseos masculinos. El deseo se convierte en un sentimiento exclusivamente fálico, con una sola dirección y sentido: hombre®mujer.
Si las mujeres encontrado numerosos obstáculos para manifestar su genialidad creadora, en el caso del lesbianismo caso las dificultades aumentan. Cuando la receptora es otra mujer, el efecto producido es de extrañeza y de múltiple transgresión. Se transgrede por varias razones: por ser arte, por su contenido erótico, por no reproducir el arquetipo femenino y por ser homosexual. A lo largo de la historia, las relaciones homofemeninas existentes estaban dirigidas al hombre que, como voyeur, disfruta de su visión. Cuando tales obras salen de una mujer para que otra las reciba, cobran un matiz distinto, tal vez porque se ofrece una visión del propio deseo que muchos hombres desconocen y que surge de manera natural en un tipo de relación en la que no existen los roles sociales establecidos para la pareja heterosexual (salvo que sean asumidos por cada persona; en cualquier caso se trataría de una ficción, un “como si”). Cabe preguntarse entonces si existe una literatura específicamente lesbiana, de la misma manera que podría existir una literatura femenina o de mujeres. Para la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi:

“[...] La literatura no es lesbiana, una mujer es lesbiana. Y, además, no creo que sea, está. Yo no soy esencialista. [...] Una mujer nace mujer y es mujer toda su vida mientras no se opere. [...] La conducta sexual —que es una conducta— es variable. [...] Es una elección... Yo me niego a considerar una literatura lesbiana... No es la literatura la que es lesbiana, sino que ciertos libros tratan acerca de las conductas lesbianas. En todo caso, se puede hablar de que el lesbianismo para mí es una forma espontánea de feminismo; eso sí. Pero, la escritura también. No todo feminismo es lesbiano, por otro lado, ni creo que tenga que serlo, porque esto no es un partido político [...] ¡Pero el hecho de que se busque una identificación entre la conducta sexual y la literatura! Sería reductiva la literatura que haríamos. Entonces se podría llegar al tema totalitario de que los negros sólo hacen literatura que hable de temas negros, los judíos sobre temas judíos y, entonces, por ejemplo, yo no podría escribir un tema —si se me ocurriera— del siglo XVIII, porque soy del siglo XX... El yo literario es ficticio. Cuando yo pongo «yo» en la página no soy yo, es decir, no soy completamente yo. Es una ficción. [...] Los libros no tienen sexo. Tienen sexo los autores.”

Se puede afirmar, por tanto, que lo que existe es una literatura de contenido erótico-amoroso, independientemente de los sujetos (puesto que sería una relación de reciprocidad) que intervengan.
Esa pasión, en sus múltiples formas, es uno de los temas imperantes en la obra de Cristina Peri Rossi. Tanto su prosa como su poesía expresan de manera clara los conflictos y las emociones del amor en el ser humano.

Herida que queda, luego del amor, al costado del cuerpo.
Tajo profundo, lleno de peces y bocas rojas,
donde la sal duele y arde el iodo,
que corre todo a lo largo del buque,
que deja pasar la espuma,
que tiene un ojo triste en el centro.
En la actividad de navegar,
como en el ejercicio del amor,
ningún marino, ningún capitán,
ningún armador, ningún amante,
han podido evitar esta suerte de heridas,
escoraciones profundas, que tienen el largo del cuerpo
y la profundidad del mar [...]

El cuerpo femenino busca nuevas formas de nombrarse desde otro punto de vista, diferente al del imaginario masculino.Evohé, su primer libro de poesía, reeditado recientemente en España, se centra en la búsqueda de una nueva palabra, de la creación de la mujer por sí misma, en un encuentro prolongado durante siglos.

Todos los días, cuando me levanto, primera tarea,
nombrarla.
si me olvidara, ya no estaría, la habría perdido para
siempre
en las páginas de un libro que leyera ayer.

A la poeta ya no le sirven las metáforas de los amantes tradicionales, y la mujer, desnuda de palabras, deja de existir bajo la forma creada por el hombre para percibirse desde su propio imaginario. Para ello, es necesario despojarse de los símbolos anteriores y abrirse a una nueva expresión.
Las mujeres son palabras de una lengua antigua
y olvidada.
Las palabras, son mujeres disolutas.

De esta forma va surgiendo una mujer nueva, creada por el propio texto, por el lenguaje, la única realidad de las cosas, con unas características diferentes en la tradición literaria.

Tenía un disfraz de frase bonita.
—Mujer —le dije— quiero conocer el contenido.
Pero ninguna de las palabras con que ella se había vestido,
estaba en el diccionario.

El asunto de la creación es retomado en Babel Bárbara, un libro que se sumerge en el misterio femenino como reconocimiento de una otredad.

Yo te bautizo Babel entre todas las mujeres
Babel entre todas las ciudades
Babel de la diversidad
ambigua como los sexos
nostálgica del paraíso perdido
—útero materno—
centro del mundo
cordón umbilical [...]

Si la mujer comienza a descubrirse a sí misma, la voz poética tiene que buscar un nuevo lenguaje para expresar también su deseo. Se trata de un nuevo ejercicio de amor, en el que los símbolos antiguos desaparecen para dejar paso a los nuevos. Las trampas de lenguaje, su incapacidad para nombrar y delimitar el desorden del sentimiento, se presentan como un obstáculo para la relación amorosa, hasta el punto de optar por el silencio como fórmula de expresión.

Le dije que me gustaba, y quedé insatisfecha.
La verdad era que a veces no me gustaba nada,
pero no podía vivir sin ella.
Le dije que la quería,
pero también quiero a mi perro.
Después le dije que la amaba,
pero mi incomodidad fue mayor aún [...]
decidí prescindir del lenguaje,
entonces me acusó de no querer comunicarme.
Desde hace unos años, sólo existe el silencio.
Encuentro, en él, una rara ecuanimidad:
la de los placeres solitarios.

El tono irónico es evidente en estos textos y en la mayor parte de la obra de Cristina Peri Rossi. El toque de humor le otorga a su poesía un talante diferente, menos dramática, aunque no por ello menos dolorosa. El fin del amor, el desasosiego posterior al enamoramiento, aparecen con una dimensión especial, en la que la risa deja contiene también el lado más oscuro, más inconsciente, del espíritu. La pasión se percibe como un caos de los sentidos, en un trance vivificador capaz de establecer un mundo exclusivamente erótico-amoroso, donde el deseo se abre paso sin ningún tipo de pudor.

Un sexo de mujer descubierto
(solitario ojo de Dios que todo lo contempla
sin inmutarse)
perfecto en su redondez
completo en su esfericidad
impenetrable en la mismidad de su orificio
imposeíble en la espesura de su pubis
intocable en la turgencia mórbida de sus senos
incomparable en su facultad de procrear
sometido desde siempre
(por imposeíble, por inaccesible)
a todas las metáforas
a todos los deseos
a todos los tormentos
genera pertenogenéticamente al mundo
que sólo necesita su temblor.

El acto amoroso se ve desacralizado en una comparación curiosa, no exenta de esa carga de ironía que se extiende más allá del simple ejercicio creativo para recordar la simbología antropocéntrica que conforma la tradición. Las alusiones literarias se convierten así en una reescritura que pervierte el texto, en un juego inocente que, sin embargo, pone en evidencia la necesidad de crear bajo otros parámetros.

No me gusta cuando callas
y estás como ausente
no sé si no tienes nada que decir
o la raya de cocaína
se te subió a la cabeza.

La actividad poética se vuelve cada vez más transgresora, mediante una actitud que denuncia los valores unívocos antropocéntricos, desde las bases de un feminismo feroz, que ataca sin miramientos las miserias de la sociedad patriarcal. El tono irónico en este tipo de poemas es aún mayor que en el resto, y esconce sólo una parte de la impotencia del grupo dominado bajo cualquier forma de tiranía.

En el campo de concentración
De la sala de música o ergástula
La fría, impasible Profesora de guitarra
(Ama rígida y altiva)
tensa en su falda el instrumento:
mesa los cabellos
alza la falda
dirige la quinta de su mano
hacia el sexo insonoro y núbil
de la Alumna
descubierta como la tapa de un piano
Ejecuta la partitura
Sin pasión
Sin piedad
Con la fría precisión
De los roles patriarcales.
Así sueñan los hombres a las mujeres
Así nace el fascismo.

Las múltiples transgresiones abordadas por Peri Rossi se refuerzan en los poemas dedicados a diferentes amadas. Se trata de una relación de reciprocidad, en la que no existe el aspecto dominante que, según ella, sí se mantiene entre algunos hombres homosexuales: “Al parecer, sólo el lesbianismo rechaza, por lo menos ideológicamente, cualquier asociación entre erotismo y violencia. En la práctica [...] no hay ningún movimiento lesbiano que asuma la parafernalia sadomasoquista ni su estética. Por el contrario, se han caracterizado por rechazar cualquier escenificación que ponga en juego ese imaginario y lo han denunciado como patriarcal y fascistoide. Creo que las razones de esta actitud hay que buscarlas en una concepción diferente del amor que preconiza el lesbianismo, según la cual la sexualidad es una manifestación de la persona, y no un aspecto hipertrofiado y separado.”
La homosexualidad femenina, por tanto, debe más al feminismo, a la búsqueda de la propia identidad ‘mujer’, que a la elección sexual en sí. Tanto el movimiento gay como el lesbiano pertenecen a órdenes distintos, en el que unos y otros se complementan, sin llegar a equipararse. En su literatura, esa relación de reciprocidad, de semejanza, comienza a perfilarse ya desde los primeros poemas. Así lo expresa, por ejemplo en los siguientes versos de Lingüística general :

Te amo como mi semejante
Mi igual mi parecida
De esclava a esclava
Parejas en subversión
Al orden domesticado
Te amo esta y otras noches
Con las señas de identidad
Cambiadas
Como alegremente cambiamos nuestras ropas
Y tu vestido es el mío
Y mis sandalias son las tuyas
Como mi seno
Es tu seno
Y tus antepasadas son las mías
Hacemos el amor incestuosamente
Escandalizando a los peces
Y a los buenos ciudadanos de éste
Y de todos los partidos [...]

El talante transgresor le lleva a definirse a sí misma con una fuerza que denota su particular visión de la cultura moderna. Sabe que su postura la coloca fuera de la sociedad, pero precisamente desde ahí es capaz de gritar para que todas la conozcan:

Soy la advenediza
la que llegó al banquete
cuando los invitados comían
los postres
se preguntaron
quién osaba interrumpirlos
de dónde era
cómo me atrevía a emplear su lengua [...]
Soy la advenediza
la perturbadora
la desordenadora de los sexos
la transgresora
hablo la lengua de los conquistadores
pero digo lo opuesto de lo que ellos dicen.

Conocedora de una tradición en la cual se haya inserta y contra la que lucha, Peri Rossi maneja cuidadosamente todos los detalles y símbolos necesarios para elaborar una escritura propia, ajena a las catalogaciones. Lejos de plantearse la existencia de una literatura femenina o lesbiana, su palabra se crea a sí misma como el ave Fénix, reconstruyéndose continuamente desde puntos de vista diversos. El objetivo principal de su obra no es debatir desde qué sexo se escribe, sino desde qué postura. Todo lo demás corre por cuenta de anquilosados críticos que no saben que la literatura no es de verdad.

FUENTE PSEUDOFHETTO

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