miércoles, 30 de mayo de 2012

Padre de 6 hijos resulta ser mujer

Steve Crecelius, el marido y padre de seis hijos que resultó ser una mujer

Steve Crecelius era un hombre felizmente casado y con hijos hasta que un buen día... 

Steve Crecelius. (Captura de un video de Fox 31/Denver)Steve Crecelius

le contaron que, en realidad, era una mujer. De hecho, estaba con su esposa Debbie cuando recibió la noticia. Habían ido a recibir el resultado del ultrasonido que le habían realizado por una piedra en el riñón y lo que les dijo el médico cambiaría para siempre el matrimonio que formaban desde hacía 25 años.
"Me dijo: usted es una mujer", recuerda hoy Steve. Algo más específico sería llamarle intersexual: ha nacido con una mezcla de rasgos sexuales en su anatomía, así que no se le puede clasificar como una cosa u otra. En el caso de Steve, sus órganos sexuales externos eran los masculinos. Pero, internamente, eran femeninos.
Para la pareja de Colorado (Denver, Estados Unidos) fue de esas noticias que lo cambian todo, pero que en el fondo ya sabían. Una vez en casa Debbie le confesó que siempre había pensado que tenía rasgos de mujer. Y él confesó que de pequeño se vestía con la ropa de su madre porque se sentía cómodo con ella. Era el fin de 40 años de esconder su verdadera identidad. Lo suyo no era como los transexuales, que tienen que someterse a varias operaciones para cambiar su sexo y su físico. Él ya era una mujer. Los dos rompieron a llorar. Y entonces Debbie se lo llevó de compras. Quería comprarle su primer sujetador.
"Al principio lo acepté sin problemas", recuerda. "Pensaba, bueno, lo superaremos". Pero conforme el proceso fue avanzando, se dio cuenta de que había una mujer en su vida que iba a reemplazar a su marido. "Y nunca lo iba a recuperar". Añade Steve (ahora Stevie, en su nueva encarnación femenina): "A veces pensaba que no valía la pena por la idea de perderla. Pero entonces ella me recordaba que tenía que ser quién yo fuera". Un año más tarde, cuando la pareja se fue de vacaciones a Moab, Steve decidió presentarse en público como mujer. Como Stevie. "Lo recuerdo como si fuera ayer", cuenta Debbie. "Todo era nuevo: yo aún no me había acostumbrado a estar con otra mujer y Stevie estaba todavía bastante acomplejada".
Pero permanecieron juntos gracias al viejo truco que une a todas las parejas casadas: la honestidad. "Nos hacíamos preguntas todo el rato", cuenta Debbie. "Me preguntaba, ¿Y si conoces a alguien?". ¿O si lo hacía Stevie? Las cosa era incierta para los dos. "Pero habíamos trabajado tan duro en construir una relación y una familia que la idea de empezar de nuevo con alguien…", confiesa Stevie.
El otro problema eran los hijos. Cuando el matrimonio se conoció en 1986, ella tenía 29 años y cuatro retoños. Él, 34 y otros dos. Decidieron decírselo el pasado octubre, uno por uno. Estaban especialmente nerviosos por uno de los cuñados, que es marine en el ejército de Estados Unidos. El prototipo masculino. Se lo dijeron con miedo a que no lo entendiera. ¿Su respuesta? "Me dijo: 'Mira lo que has conseguido' y señaló a mi hija y a mi nieta de ocho meses'", recuerda Stevie. "Siempre vas a ser el patriarca de esta familia. Ahí afuera hay un trillón de personas que darían lo que fuera por tener un amor como el de esta familia".
En cuanto a la vida social y laboral, Stevie reconoce haber perdido amigos. "Pero no eran amigos de verdad", se apresura a matizar Debbie. Eso sí, cinco años después de descubrir que no era un hombre de familia, sino una mujer, Stevie saldrá a trabajar como fotógrafo por primera vez como mujer. El paso final en su transformación.

Travesti en el siglo XVIII

Descubren la pintura más antigua de un travestido


El título de la obra, "Mujer con sombrero de plumas", no hacía esperar nada fuera de lo común. 
Pero cuando Philip Mould, historiador y galerista británico, vio la pintura durante una subasta de arte en Nueva York, supo que la obra tenía algo especial.

Retrato del 'Chevallier d'Eón'.

Pero cuando Philip Mould, historiador y galerista británico, vio la pintura durante una subasta de arte en Nueva York, supo que la obra tenía algo especial.
Aquella primerísima intuición le llevó a adquirir el cuadro y, tras la consiguiente restauración, sus sospechas iniciales se confirmaron. Aquella peculiar dama de finales del siglo XVIII (fecha en la que se realizó la pintura), tenía todo el aspecto de ser en realidad un hombre vestido de mujer.
Mould puso a su equipo de especialistas a indagar sobre el origen de la obra, con la intención de determinar su autor y quién era el personaje retratado en ella.
Tras algunos meses, y gracias a las pistas ofrecidas durante la restauración, los historiadores identificaron al pintor: Thomas Stewart, un pintor británico de finales del siglo XVIII que trabajaba en Londres.

Aquel primer hallazgo les llevó a resolver el segundo interrogante: la "dama" pintada en el lienzo —cuyo rostro evidenciaba una incipiente barba tras la restauración—, era un caballero de origen francés, afincado en Londres a finales de siglo, llamado Charles Louis André d'Eón de Beaumont (1728-1810), más conocido como 'Chevalier d'Eón' (caballero d'Eón).
Lo más fascinante de todo es que, aunque no sea una figura conocida en los libros de texto históricos, el caballero d'Eón y sus singulares peripecias sí son bien conocidas por algunos historiadores de ese periodo.
No en vano, el francés fue un destacado espía, diplomático y masón, que pasó más de la mitad de su vida viviendo como un hombre, y sus últimos 33 años como una mujer.
D'Éon de Beaumont se unió en el año 1756 a una élite de espías del rey francés Luis XV, conocida como 'Le Secret du Roi' (El Secreto del rey), cuya existencia sólo era conocida por unos pocos cercanos al monarca.
Aquel singular desempeño le llevó a realizar misiones por toda Europa, incluyendo la corte rusa de la emperatriz Isabel I, alcanzó el grado de capitán de dragones —participando en la Guerra de los Siete Años—, y finalmente en 1763 fue nombrado ministro plenipotenciario para Inglaterra —una especie de embajador interino—, cargo desde el que siguió espiando para su rey.

Caricatura de la época representando a la 'mademoiselle' d'Eón | Crédito: Wikipedia.Caricatura de la época representando a la 'mademoiselle' d'Eón | Crédito: Wikipedia. 

Sin embargo, cuando pocos años después llegó un nuevo embajador para sustituirle se produjo un extraño incidente. D'Eón incumplió sus órdenes de regresar a Francia y aseguró que su sustituto había intentado envenenarle.
En un intentó de protegerse, d'Eón publicó en forma de memorias algunos de los documentos secretos que estaban en sus manos —aunque se reservó los más jugosos, relativos a un plan de Francia para invadir Inglaterra—, causando una conmoción política a ambos lados del canal de la Mancha.
Puesto que d'Eón ocultaba aún los documentos más comprometedores, el rey francés se mostró cauto con el 'chevallier', y accedió a concederle una pensión vitalicia por sus servicios… y su silencio.
D'Eón siguió ejerciendo de espía, pero ya había caído en desgracia a ojos de la corona francesa. Curiosamente, fue en estos años cuando comenzaron los rumores sobre sí en realidad era una mujer.
Los chismes recorrían todo Londres, e incluso su masculinidad fue puesta en duda en una multitudinaria apuesta. Lo más extraño es que tras la muerte del rey Luis XV, en 1774, d'Eón hizo una excéntrica petición al nuevo monarca: quería que se le reconociera como una dama.
Luis XVI accedió a aquella insólita petición, pero tanto él como su corte exigieron a cambio que d'Eón debía vestir ropas apropiadas para una dama. Y así fue como el 'chevallier' d'Eón pasó a convertirse en la 'mademoiselle' d'Eón, quién regresó en 1785 a su exilio británico.
Siete años después, en 1792, el pintor Thomas Stewart le retrató para la posteridad, creando la obra que Philip Mould adquirió en Nueva York, y que hoy se considera la pintura de un travestido más antigua que se conoce.
La 'mademoiselle' d'Eón falleció en mayo de 1810, y el médico que la asistió certificó que poseía genitales masculinos, acabando con los rumores sobre un posible hermafroditismo.

jueves, 17 de mayo de 2012

La invisibilidad de las lesbianas

El silencio del lesbianismo margina y perjudica a las mujeres


Desde, aproximadamente, el año 2000, el mundo lésbico ha experimentado una rápida repercusión, haciéndose cada vez más presente en toda clase de contextos sociales. Una muestra de ello es que es en esta última década cuando han aparecido más productos de cine y televisión, libros, creación de páginas web e incluso música o moda, enfocados al colectivo de mujeres lesbianas. Sin embargo, a nivel general, es todavía muy tímido el avance en “salir del clóset” de las chicas L.
Las lesbianas se mantienen silenciosas en la mayor parte de ambientes sociales. Y, de todos es sabido, existe el ya tópico concepto de la “invisibilidad de las lesbianas” ¿Porqué?, ¿en qué consiste?, ¿cómo comenzó?, ¿porqué se manifiesta en ambos sentidos? Veámoslo.
El lesbianismo invisible
Es difícil encontrar, en la historia, referentes al lesbianismo de otras épocas. Eso es así porque, desde tiempos muy remotos e incluso en gran parte de las épocas de la Modernidad, se ha obviado la homosexualidad entre mujeres. Las posibles causas de esa obviedad las analizaremos a continuación, pero está claro que el hecho perjudicó, marginándolas, pero al mismo tiempo “benefició” a las mujeres lesbianas.
Las perjudicó porque, si la mujer siempre ha sido el último escalafón social, considerada inferior al hombre y en segundo plano durante siglos, la mujer lesbiana no era ni tan siquiera considerada como existente. Pero esa “invisibilidad” les permitió vivir su orientación sexual pasando desapercibidas, en la intimidad del hogar y sin que nadie reparara y reprochara su conducta. Así como en los varones la homosexualidad fue duramente perseguida, las lesbianas de otras épocas se libraron en gran parte de esa persecución y castigo porque el mundo patriarcal no podía admitir una serie de realidades en ellas. Y esos son los motivos de la “ceguera” ante lo lésbico:
· La escasa importancia concedida en esas épocas a lo femenino, al mundo de la mujer, hace que no se tenga en cuenta apenas nada su idiosincrasia. Por tanto, la homosexualidad femenina es tomada por frivolidad y aprendizaje propio de jovencitas o viudas solitarias, sin trascendencia para el universo masculino.
· Esa misma visión anterior de la mujer, hacía que se negara la sexualidad en ella. La mujer era solo una vía para la heterosexualidad masculina y la reproducción, girando todo en torno al androcentrismo.
· Se dudaba de la capacidad de la mujer de sentir y necesitar placer. Y, en la medida que podía admitirse, era tan solo posible por medio del placer que le transmitía el hombre y la devoción a él. Se reconoce en esto, no solo la superioridad dada al varón, sino la importancia conferida al pene y la penetración masculina, sin cuya participación no se comprendía el placer sexual.
Por todas esas razones, por ejemplo, no se tomaba en serio otra sexualidad entre las mujeres que la estipulada heterosexualidad. Lo lésbico no se consideraba más que mero juego o desliz entre amigas muy unidas afectivamente.
Repercusiones de la “invisibilidad”
La mujer adaptó y se amoldó a esas condiciones en su vida cotidiana. Como hemos dicho, esa consideración social, a priori discriminatoria y prejuiciosa, le confería sin embargo cierta libertad de movimientos a nivel privado. Por eso, aplicó el silencio exterior a su propio silencio, y el lesbianismo estuvo oculto durante siglos.
Pero, con la revolución del movimiento homosexual en pro de sus derechos, desde hace tan solo unas décadas, y la mayor aceptación general de la homosexualidad, las mujeres lesbianas se dan cuenta de los muchos aspectos de su realidad que son ignorados socialmente por esa “invisibilidad” que se le asocia. Aspectos judiciales, relacionales, económicos o médicos, entre otros, que no solo las distancia del resto de mujeres, sino que también las hace con distintas necesidades que los varones homosexuales, con quienes en principio intentaron colaborar en reivindicaciones y proyectos.
Y aquí nos topamos con el miedo y la costumbre de siglos a enfrentar la propia condición sexual de muchas mujeres. A las lesbianas, cómodas en cierto sentido con ese silencio en torno a su identificación de género o sexo, les cuesta ese “salir del clóset” para reivindicar la totalidad de sus derechos y asumir su realidad al completo.
La situación de las lesbianas es marginal, incluso dentro del colectivo LGBT, a causa de esa invisibilidad generalizada durante tanto tiempo. En el aspecto médico, porque apenas se ha podido estudiar su sexualidad, los riesgos que conlleva, las enfermedades de transmisión más comunes, ni tampoco su psicología y los problemas emocionales que derivan de su modo de sentir. Existen una serie de tópicos a desmitificar, un gran vacio informativo que sirva de valoración del mundo lésbico y su contexto. Lo mismo ocurre respecto a su reconocimiento jurídico, a la hora de adoptar, en transmisión de herencias y en otros trámites donde ese vacio legal deja a las mujeres lesbianas desprotegidas, así como a quienes forman su familia.
Y la lista de derechos en los que las lesbianas quedan en desventaja se alarga en los ámbitos políticos, culturales, económicos, etc.
La clave: la autoestima y rechazar la marginación
De ahí la urgencia de hacerse oír, de desmarcar las necesidades de este colectivo de las del resto de personas de otros colectivos humanos, con quienes pueden tener muchas afinidades pero con quienes también existen sustanciales diferencias, silenciadas junto a la especificación lésbica.
Es por todo ello que la mujer lesbiana tiene que despertar de ese oscurantismo protector, salir del closet en todos los sentidos y hacerse oír en la sociedad. La integración de ciudadanas de pleno derecho, con sus diferencias y sus propias prioridades asumidas individual y socialmente, solo se conseguirá cuando, en su gran mayoría, el colectivo haga un esfuerzo por pronunciarse, desmarcándose de otras asociaciones con distintos intereses pero integrando los suyos propios en el conjunto social.
Avanzar hacia la propia autoestima, la propia aceptación en todos los sentidos y sin ampararse por ello en subjetividades o victimismos desbocados. La lesbiana es una mujer que es capaz de amar a otras mujeres, y eso le acarrea una serie de prioridades distintas a los de otras mujeres. La principal, olvidar sus propios miedos y tabús al respecto, dejar de ser invisibles para la sociedad, ser reconocidas como parte de esa cacareada diversidad, dejarse ver, reconocer e incluso estudiar, para poder ser bien asumidas.

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domingo, 13 de mayo de 2012

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sábado, 12 de mayo de 2012

Las 26 razones de una LSB cuando no quiere verte!


ACEPTALO, SOS UN BAGAYO.
Curita Adhesiva hoy te regala los Tips Infalibles para darte cuenta de que la mujer que te interesa,
te considera un bagarto.
No insistas, no hay excepción a la regla.

1- Entendeme, vengo de una relación larga.
2- Entendeme, nunca tuve una relación larga.
3- Entendeme, vengo de una relación seria.
4- Entendeme, nunca tuve una relación seria.
5- Dale! Hablamos!
6- No, el viernes justo se me complica.
7- A mí la diferencia de edad es una cosa que me re jode.
8- Sos muy seria para mí, todavía no maduré.
9- Estoy muy tapada de trabajo.
10- Estoy recién recibida y quiero enfocarme en mi carrera.
11- En este momento no tengo ganas de conocer a nadie.
12- ¡Dale, no va a faltar oportunidad!
13- Soy una colgada, ni me di cuenta de tus 14 sms.
14- Disfruto cuando nos reímos juntas.
15- Mi ex me vive molestando, no sabés.
16- No estoy buscando nada en realidad.
17- No tenía crédito.
18- Nunca me conecto al msn.
19- Esta época del año siempre es difícil para mí.
20- Ideológicamente como que pensamos diferente, no?
21- Estoy sola, pero la paso bien.
22- Te súper quiero.
23- ¿Y vos no andás en nada? No te creo, contaaame!
24- A mi edad, la pienso bien antes de salir por salir con alguien.
25- A esta edad soy re pendeja todavía, no me cerraría a una sola relación.
26- Tengo HPV. 
 



Que hace una lesb después de separarse?

EL DUELO DE LA TORTA MEDIA.

Habla por teléfono diariamente durante 2 semanas a la ex que la dejó, (las tortas se dejan, pero no se largan) para hablar de cuestiones que ya vienen hablando, improductivamente, desde hace un año.

Se hace la superada a la tercer semana y jura que en realidad nunca estuvo muy enamorada, que así es mejor.

Llora 10 días al encontrar “sin querer” (la torta es masoca, nunca nada es azaroso) la primera entrada al cine juntas.

La angustia la hace bajar los 9 kg de más que tenía, único recuerdo de su noviazgo.

Se levanta como Lázaro entre harapos y decide salir a todos los boliches.

Se encuentra con la ex en el boliche, tiene un retroceso y llora otro mes.

No puede entender que la otra esté haciendo “muy felíz” su vida y que todo lo que vivieron juntas ”ya no cuente”.

Se abre una nueva cuenta de correo, además de las 2 que ya tiene y agrega al msn a toda torta que camina.

Abre un blog, lo llena de poesías de su autoría (ninguna alegre, ni por error de tipeado), prosas olvidables y frases malísimas, y sube videos depresivos de canciones depresivas, mientras llora y espera que le comenten las depresivas tortas que la siguen.

Se abre una cuenta de Facebook y busca en secreto a todas las tortas que tenían en común con su ex, para ver “en qué andan”.

Descubre que su ex sale con una de éstas y presume que era cornuda con anterioridad a la ruptura.

Tiene un retroceso y llora 1 mes para purgar la bronca.

Aburre primero a todas sus amigas que están de novia contándole su miserable vida actual, dejándolas sin speechs armados de consuelo para la ocasión.

Traba amistad con tortas que tienen una tristeza “insuperable” como ellas y charlan 18 hs por día de sus respectivas ex; a las que les añaden de paso la historia (igual de triste) con las ex anteriores a la ex que penan.

Entra en la fase “quenchi mode” donde le encuentra algo lindo a todas las tortas que antes le parecían incogibles, y les da una pequeña oportunidad a todas.

A los 5 meses encuentra, (esta vez sí, créanle), el amor de su vida. Que por supuesto, le dura menos que su duelo anterior. 




Daleeee reíte !!!


10 RAZONES QUE ME VUELVEN UN
FÓSIL DE TORTISAURIO REX.

1- No conozco ningún boliche del ambiente. Aunque me decidiera a conocer alguno, no distinguiría ninguna de las canciones que pasan. El último Cd compilado bolichero que escuché traía como hit “Lamento boliviano”.

2- Si así y todo saliera a un boliche, la mezcla más rara que podría pedir sería piña colada con Tía María. Amén del lookete desfasado con el que podría caer.

3- Cuando hablo con alguna chica por msn, no falta la que me dice “Me gusta porque hablás con términos raros”.

4- Una amiga me dijo “Estoy enamorada de Mika!”, y yo le pedí que la invitara a cenar así la conocía.

5- Me encanta la ropa de Cómo quieres que te quiera pero, cada vez que me encapricho con algo y me lo compro, en lugar de dar el look de una teen con onda, me falta la capelina y soy Sara Kay.

6- No tengo ningún piercing, ningún tatuaje, me gustan los jeans de tiro medio y no me gusta salir sin sombrearme los ojos y arquearme las pestañas.

7- Puedo enumerar de corrido 5 antiinflamatorios para las cervicales y 5 clases de té digestivos, pero no sé ni 2 temas de David Guetta.

8- Si me preguntan si le doy a Miley Cyrus, no tengo ni puta idea quien es, pero recuerdo perfectamente que nunca me humedecí con Gaby Sabatini.

9- Me horrorizan las relaciones del tipo “estamos saliendo”. Señoritas, en mi época con el primer beso empezaba el noviazgo.

10- Los domingos me levanto antes de las 9 de la mañana y me junto en la panadería con las tortitas del edificio que compran facturas antes de irse a dormir.

viernes, 11 de mayo de 2012

CLASEs CON CLASE

Respuestas insolentes para molestias frecuentes



En esta segunda entrega del Manual para docentes con inquietud algunas respuestas que vienen funcionando muy bien en los recreos.



Todx docente ilustradx contra el terrorismo heterosexual tiene que desarrollar destrezas lingüísticas para ser capaz de utilizar las palabras como un estilete que seccione las cadenas metonímicas del sentido común que construyen la heterosexualidad como lo natural y normal. Por eso, en los bolsillos de su guardapolvo no sólo debe llevar: lápiz, lapicera, goma de borrar, plasticola, cúter, ibuprofeno, cigarrillos, celular, diazepam, barrita de cereal, teléfono de urgencias médicas y Defensoría de la Niñez, clips, tizas, corrector, bolitas y gogos secuestrados, caramelos, sino también y fundamentalmente, una respuesta pulida en la duda, la sorpresa y el orgullo que haga temblar el andamiaje del habla heterosexual.
Estas son algunas de las frases y preguntas frecuentes que merecen una respuesta insolente:

Seño, ¿cómo se llama su esposo?
Marta.

Seño, ¿tiene novio?
Sí, varios (o... si, varias...en caso de ser lesbiana la Seño)

¡Quiera Dios que no haya paro!
¡Taza, taza, la religión en la casa!

Seño, ¿tiene hijos?
Sí, dos pero son de la otra mamá.

Seño... ¡parece un varón!
Soy un varón y me llamo Juana.

¿Viste si la torta de 7º para la colación está en la cocina?
No, no la vi pero está la torta de 4º tomando mate.

Profe, ¿usted no será medio...?
Medio no, completamente marica.(o completamente torta)

Es una nena tan buena, no molesta para nada
Ese es el problema.

¿Viste qué largo que tiene el pelo ese nene de 1º grado?
Tan largo como tu prejuicio.

Esa nena se apoya todos los días contra la mesa y se frota contra la punta, ¿qué hacemos?
Recomendarle que no se lastime.

Es un chico que se esfuerza tanto, pero es tan calladito
¿Por qué la mudez en los varones es preocupación y en las niñas es moderación?

¿Viste que ese chico de 7º es muy afeminado?
Sí, viste qué bien lo hace.

Es que es tan natural la heterosexualidad, tenés el pito y la vagina... y si no, ¿para qué están?
Para hacernos creer que el mundo se termina entre las piernas.

“Sean eternos los laureles, que supimos conseguir”
Sean tiernos los crueles que supimos convertir.

“O juremos con gloria morir...”
O juguemos con Gloria a vivir.

¿No te parece que el profe de música es diferente?
No, es igual de puto que yo.

Y en una pareja de lesbianas, ¿quién hace de varón?
Tu cabeza.

Seño, ¿alguna vez estuvo embarazada?
Yo no, pero mi marido sí.

¡Buenos días, chicos!
Buenos días, señorito.

¿Usted le dijo que era “eso” a los chicos?
No les dije “eso”, les dije que era lesbiana.



Seño, ¿por qué tiene pelos en las axilas?
Por el mismo motivo que los tiene tu papá.

Seño, ¡ese señor usa vestido!
Sí, igual que el Papa.

¡Ay, por qué no te maquillás un poco, así quedás arregladita!
¿Vos siempre con la reglita, no?

¿Viste que el hijo de Greta también es así...?
¿Viste que la gente que no es así no soporta que la gente sea así?

Seño, ¿cuántos años tiene?
¿De edad, de trabajo o de lesbiana?

Está todo bien con la homosexualidad, pero...
Hay peros que con sangre adiestran.

No entiendo esa necesidad de andar contándolo, si yo no ando diciendo que soy hétero...
Calladita, calladita, la norma se practica.




Pido disculpas por no poder citar la fuente y el autor porque no recuerdo de donde extraje estas singulares y jocosas respuestas si alguien lo sabe por favor diganmelo y lo agregamos. Gracias

lunes, 7 de mayo de 2012

Homosexualidad en la Edad Media

Matrimonios homosexuales en la Edad Media

En una época famosa por su oscurantismo, la homosexualidad llegó a ser aceptada



 Aunque la Edad Media mantiene en nuestros días una pátina de época oscura, represiva y envuelta en la crueldad y la miseria, hay aspectos de ella que los historiadores actuales van descubriendo como no tan insufribles ni deshumanizados. Uno de ellos, como veremos a continuación, fue el trato que, en la Alta Edad Media, se daba a los homosexuales. Lamentablemente, esos datos no alcanzan al saber popular, por quedarse en libros o publicaciones académicas y, de ese modo, el gran público sigue creyendo en la leyenda oscura de esa significativa época de la Humanidad.


Uniones entre personas del mismo sexo en el Medioevo

Un ejemplo de lo anterior es lo que cuenta el historiador y escritor estadounidense John Eastburn Boswell, en su libro “Bodas de semejanza”. Boswell, descubre así que, antes del siglo XIII, existían las llamadas “bodas de semejanza”, conocidas como Adephopoiesis (derivada del griego “hacer hermanos”) dentro de la iglesia cristiana, que unía las vidas de dos hombres o dos mujeres (éstas en menor cuantía) que hubiesen decidido convivir por amor.
Según John Boswell, la homosexualidad en esa parte de la historia medieval no era mal vista, y los homosexuales no estaban perseguidos, sino que incluso podían disfrutar de los privilegios sociales de cualquier otro ciudadano o personaje de alcurnia de la época. Lo que se llamaba popularmente “bodas de semejanza” (la Adephopoiesis), fue una manera de permitir y legalizar la situación privada de personas del mismo género, de quienes se sabía que vivían unidas afectivamente. Eso sí, la iglesia ortodoxa obviaba que hubiese entre ellos relación sexual, y les admitía como “unión de hermandad”, considerándose oficialmente que era un vínculo puramente platónico o de fuerte amistad, y de ahí la comparación con “hermanos”. Pero, de ese modo, las parejas de homosexuales fueron siendo reconocidas y admitidas en todas las clases sociales de la época.
Para esa recopilación de datos que construyó la sorprendente teoría, el historiador recorrió las principales bibliotecas de Europa, incluida la del Vaticano, encontrando en ellas numerosos manuscritos que hablaban y definían esas curiosas uniones homosexuales, acalladas y obviadas por la iglesia cristiana tradicional durante siglos. Descubrió varios listados de esas uniones, con nombres y apellidos, además de confirmar que, por ejemplo, en el Reino Unido se encuentran cementerios con muchas tumbas de la época, en las que figuran los nombres de los contrayentes del mismo sexo y frases de amor eterno, que demuestran que la homosexualidad no era nada extraño, ocultado, ni inusual para las gentes de entonces.


Parejas del mismo género y la Iglesia cristiana

Es sabido que, hasta hoy en día, la Iglesia Católica es de las más reacias entre las iglesias cristianas a admitir las relaciones sentimentales entre personas del mismo sexo. Sin embargo, precedentes de tolerancia como el demostrado por Boswell ayudan al colectivo LGBT cristiano a luchar por ser bien integrados en el dogma de su fe, ya que constituyen la prueba de que el dogma religioso no siempre fue excluyente con ellos.
La actual polémica que mantiene la Iglesia Vaticana por descartar los matrimonios homosexuales como tales (se rechaza que se les llame “matrimonios”, para empezar), se ve rebatida mostrando que fueron, seguramente, motivos políticos, sociales e incluso económicos los que “obligaron” a la Iglesia, a partir del siglo XIII y no antes, a cambiar de opinión y empezar a condenar cualquier identidad sexual fuera de la reproductiva heterosexualidad. Es decir, que esa implantación de la homofobia y su paulatina promoción entre la población fue a causa de conveniencia de los poderosos, que contaban con la implicación eclesiástica para difundir el rechazo a la homosexualidad.
La obra de John Boswell viene a asegurar que, antes de ese oscurantismo y persecución contra lo que no fuese heterosexualidad, los homosexuales no solo estaban bien admitidos, sino que podían optar a posiciones importantes y de poder en la sociedad.
El autor e historiador John E. Boswell
John Eastborn Boswell nació en Boston (E.E.U.U) en 1947. Hijo de una familia de tradición militar, muy conservadora, cursó sus primeros estudios en el College of William and Mary, institución emblemática estadounidense donde se convirtió al catolicismo romano. Se doctoró en Harvard, en 1975, como medievalista y filólogo, y más tarde entró a formar parte del profesorado de la Universidad de Yale.
El año 1987, Boswell colaboró en la fundación y organización del Centro de Estudios Gay y Lésbicos de la Universidad de Yale, famoso como Research Fund for Lesbian and Gay Studies.
Escritor e historiador reconocido mundialmente, publicó numerosas obras sobre el referente homosexual y la Iglesia, así como numerosos estudios sobre el entorno medieval, que le consagraron como experto relevante en su materia. Recibió por ellos numerosas distinciones y galardones, como la de Profesor de Historia Whitney Griswold, en 1990, siendo también nombrado catedrático de historia de la Universidad de Yale, por el plazo de dos años.
Toda su vida fue un ferviente creyente, pero siempre estuvo en desacuerdo con el dogma de exclusión a los homosexuales de la Iglesia. De ahí que buscase elementos de no exclusión en la historia del desarrollo del cristianismo y su dogma.
El 24 de diciembre de 1994, enfermo de Sida (VIH), murió a causa de una enfermedad provocada por el virus, con tan solo 47 años de edad.

Por , Guía de About.com



viernes, 4 de mayo de 2012

Artículo femenino y plural



 

Masculina femenino plural

Si una chica hace pis como “los varones”, ¿sigue siendo una chica? ¿Un vestidito significa obligatoriamente coquetería femenina? ¿Los pechos jóvenes son necesariamente eróticos? Las fotografías de Cass Bird no responden a estas preguntas sino que las formulan a gritos. Las imágenes y el texto crítico de la teórica queer Jack/Judith Halberstam forman parte del libro Rewilding (que se traduce algo así como “Salvajizar”) que todavía no ha llegado a estas tierras y que aquí se presenta como adelanto exclusivo.




 Por Jack Halberstam
Traducción
Karen Bennett
Fuente: Suplemento SOY, del diario Págna 12
Fotos: Cass Bird

  Si encontráramos una silla de madera parada en un bosque, ¿los árboles la reconocerían como propia? Si dos arco iris se cruzaran frente a un portal, ¿formarían un puente o una barrera? Si una figura solitaria se sentara con los brazos sobre su cintura en forma de jarra, la cabeza ligeramente recostada en éxtasis, bañándose al calor de una luz filtrada entre listones de madera, ¿se vuelve ésta quieta en lo salvaje o salvaje en la quietud? Estas y otras preguntas se ven planteadas pero no respondidas en el libro de fotografías de Cass Bird, Rewilding. Yuxtaponiendo imágenes de cuerpos hermosamente ambiguos con pinceladas de paisajes dramáticos, las fotografías de Bird se estiran hacia una serie de hilos narrativos entre rangos de cuerpos, algunos humanos, algunos vegetales, permitiendo diálogos visuales entre lo visible y lo inexpresado, el silencio y la pasión, la serenidad y el dinamismo de espacios e identidades indefinidas. La obra de Cass Bird lleva al género hacia lo salvaje y lo deja correr sin pretender encadenar su significado a la idealización de la naturaleza, pero a la vez sin la implicancia de un campo de significación completamente abierto. Deliberada y metódicamente, las imágenes aquí incluidas exigen que consideremos no ya el significado de ser salvaje sino de volver a serlo: resalvajizarse.

Sólo los hombres son salvajes?


La narrativa típica de volverse salvaje es la narrativa masculina acerca del retorno a la naturaleza, la del instinto de supervivencia que presupone un individualismo de autosuperación que lo fuerza a competir contra la maleza. El relato de John Krakauer, “Into the Wild”, es un típico ejemplo. El libro, llevado al cine por Sean Penn, cuenta la historia de Christopher Candless, un egresado universitario que apenas graduado en 1990 se aventura en una travesía hasta Alaska haciendo dedo, para finalmente desaparecer en la selva con una mínima reserva de alimentos, un libro sobre plantas comestibles y un rifle cargado. Ambos, Candless y las historias que la gente quiere contar sobre él, suponen un viaje dentro de la selva como un antídoto viril contra lo afeminado de la vida moderna; y en esta historia del hombre en la naturaleza, del “hombre oso” como lo definiera la película de Werner Herzog, nos topamos con una romántica y a la vez totalmente infantil oda a la lucha masculina por la supervivencia: Candless aguantó cien días para morir en soledad, enfermo, congelado y perdido.
La narrativa heterosexual del hombre solitario y de una masculinidad en busca de crudos desafíos y soledad en igual medida, encuentra su contraparte homosexual en Secreto en la montaña, que igual apela a los Hombres Oso, los tradicionales hombres solitarios del tipo de Christopher Candless, pero dándole un giro queer con la apropiada compañía masculina y logrando que el amor gay entre de otra forma en la comunión con el hombre y la naturaleza. Particularmente Ennis, en Secreto en la montaña, representa al sujeto masculino y silencioso, que se vuelve parte de la tierra, fusionándose con ésta con precisión, abandonando el lenguaje y las relaciones, y quien encuentra con Jack Twist una impredecible porción de deseo salvaje y conexión humana.
El prototipo de representación de mujeres en la salvaje naturaleza no ha hecho uso de esta tradición “supervivencialista”, una tradición de hombre blanco –de más está decir– plagada de relatos de conquista y violencia; en su lugar, generalmente se nos plantea a la mujer blanca como presencia contradictoria en la naturaleza. Se le otorga en la cultura del siglo XIX el símbolo de domesticidad, como marcador de tradición, virtud y pureza. Su lugar está en el hogar. Las mujeres dentro del marco de la naturaleza se presentan como nativas, y las blancas que se han vuelto salvajes se describen como inapropiadamente sexuales o masculinas (Calamity Jane, por ejemplo).


La masculinidad está en el aire

La obra de Cass Bird no intenta posicionar a la mujer en lo salvaje, ni de volverlas salvajes, ni de representarlas como salvajes: por el contrario, sus imágenes hacen uso del tradicionalismo de la naturaleza salvaje y racial, intentando forjar algo novedoso de la colisión entre cuerpos de mujer masculinos y el paisaje de naturaleza salvaje.
Una ancha espalda masculina enfrenta la cámara, siendo el cabello rubio trenzado el único indicio del género del cuerpo. Cuatro figuras varoniles miran reciamente a la cámara, la insinuación de senos en una de las figuras sugiere presencia de mujer, pero no sustentada en el porte, las expresiones faciales, la musculatura, ni las actitudes reflejadas y pasadas entre los cuerpos. Una figura varonil enfundada con enterito de jean mira fijamente la cámara desde una verde y frondosa arboleda, la cara abierta, la mandíbula cuadrada, el pecho marcado. Estas figuras no son niñas jugando a ser niños, ni niños jugando a ser hombres, ni machonas en vestidos, o simplemente cuerpos andróginos en la maleza. Estos cuerpos son símbolos, funcionan como letras sobre papel y tienen significado, pero no de forma obvia. No significan “el género es fluido” o “el género se volvió salvaje”. Expresan que los cuerpos se resignifican cuando se quitan la ropa, los contextos, los accesorios que maquillan a través y entre los cuerpos y las cosas, cuerpos y sociedad, cuerpos y paisajes.
Su decisión de vestir a sus modelos con vestidos de algodón en algunas fotografías pudo haber amenazado con estropear su merecidamente lograda masculinidad. Pero no, los vestidos, en concierto con sus cabellos revueltos y cuerpos semidesnudos, en realidad acaban por confirmar su masculinidad. Aquí, la masculinidad es la relación entre cuerpos. Aparece en el espectáculo de dos cuerpos forcejeando, de tres cuerpos jugando en el agua, de dos cuerpos escalando sobre cañas de bambú, de cinco cuerpos formando una perversa pirámide de animadoras. La masculinidad que circula entre estos cuerpos no se ancla al cuerpo asumido de hombre o mujer enfundados en ropajes masculinos sino que da un salto desde la imagen como un género emergente. La masculinidad se ha vuelto salvaje nuevamente.
El género, en el ámbito re-salvajizado que la cámara de Cass Bird encuentra y fabrica, emerge no sólo de los cuerpos, vehículos, refugios y ropas, sino que reside en todos los espacios que intermedian. Parte de la belleza de esta colección se desata por el silencio en medio del ruido, lo estático dentro del movimiento, el vacío detrás del marco repleto. Y así vemos los cuerpos, pero también su ausencia. También nos recuerda que el género es, en sí mismo, una serie de oposiciones entre presencia y ausencia, y sutil (y gentilmente nos incita a comenzar a leer las imágenes para otras interpretaciones, otras narrativas advertidas a medias). Si la lluvia pinta una figura sobre la madera, entonces se nos requiere ver al clima no como un telón para el cometido humano sino como espacio de arte, un erotismo barométrico. Intercambiando entre tomas de hermosos y lujuriosos colores con negros y blancos granulados, Cass Bird utiliza un amplio rango de métodos fotográficos para describir al género como contraste de sí mismo. ¿Qué significa esto? ¿Género como contraste? Significa que el género no es únicamente un asunto de blanco y negro sino un escenario matizado de claroscuros entre la musculatura y un vestido, la desnudez y un campo, verde y azul, luz solar y oscuridad, largas cabelleras y mandíbulas cuadradas, vapor y calor. Algunas de las imágenes muestran a los regenerados cuerpos como románticos y heroicos, pero otras reducen al cuerpo a sus funciones abyectas (orinando, forcejeando, transpirando). Las partes del cuerpo se vuelven salvajes en el contexto de que carecen de un marco normativo dentro del cual usualmente tienen sentido. Y así, mientras sabemos que estamos viendo “mujeres”, también sabemos que no estamos viendo mujeres.



Qué es ser salvaje

Salvajismo puede significar muchas cosas indomesticadas, feroces, azarosas, desencadenadas, animales, caóticas, descontroladas. Generalizando, en la era de la hegemonía mediática manipuladora, la era que Michel Foucault llamó “gubernamentalidad”, muy poco sobre lo humano puede reclamarse como salvaje. Según Foucault, en la Historia de la Sexualidad. Volumen 1. Una Introducción sugiere que médicos y abogados a fines del siglo XIX prestaron atención al sexo y al deseo, estudiándolos y catalogándolos con el propósito de domar los últimos remanentes de salvajismo que quedan en el humano. La parte nuestra que se siente indisciplinada, indómita, se ha transformado en una identidad, una modalidad, una subjetividad, y así lo que la modernidad denomina como deseo, es también llamado con muchos otros nombres, y canalizado en interacciones socialmente aceptables, con la esperanza de reducir el disturbio potencial que el deseo siempre despierta.
Estas fotos no reflotan ningún tipo de salvajismo premoderno, pero tampoco pretenden predecir una crisis de género post-urbana. La obra flota entre la memoria y la reconstrucción, soñando y temiendo, jugando y re-jugando. Efectivamente, como alguna vez remarcó Diane Arbus: “Nada será siempre como alguna vez dijeron que había sido”. Y es así que Bird no imagina a sus sujetos como salvajes, ni retornando a lo salvaje, o como aisladas en un Paraíso Ecléctico o como atracadas en un mundo perdido. Esto no es utopía, no es distopía, pero da la impresión de ambas. Los cuerpos están inmersos en agua pero no se bautizan, se pierden en un sauna de vapor pero no renacen, gotean con la lluvia pero no se lavan. Rewilding no es renacimiento, nos acerca un paso más hacia la ausencia.
Un cuerpo luciendo ruleros rosados en su cabellera se congela entre el swing del bate que el/ella realiza y la lata que el/ella golpeó. Sus ojos y los nuestros se enfocan sobre el objeto en movimiento; su mano queda a mitad de recorrido desde que golpeó la lata hasta llegar a cubrir su rostro como protegiéndose, todo al mismo tiempo. ¿Qué está ocurriendo en esta foto? Como ocurre con otras imágenes en este libro, este cuerpo queda atrapado entre la cruda materialidad del presente (ruleros plásticos, lata de cerveza) y la posibilidad de otra cosa de la cual ella pareciera percatarse en el espacio futuro hacia el cual golpeó el objeto. Varias de las fotografías de Cass Bird se desprenden de temporalidades, no congeladas en el tiempo, no perdidas en el espacio, pero señalizando hacia un mundo diferente que podríamos en realidad no reconocer como el futuro. Muchos teóricos queer se han interesado últimamente en temporalidad queer: Bliss Lim escribe acerca de paisajes de tiempo fantásticos repletos de espectros queer; Elizabeth Freeman habla de relaciones confundidas entre el pasado y el futuro, dentro de los cuales cesamos de seguir adelante desde el pasado, pero sentimos el tirón que continúa ejerciendo sobre noso-tros. Lee Edelman rechaza el futurismo de primera mano, considerándolo una herramienta del símbolo heteronormativo que constantemente acusa a lo queer de retrasado, atrofiado, estéril y chato. Y José Esteban Muñoz ha escrito sobre la utopía queer como una forma de “idealismo crítico” que la comunidad queer no se puede dar el lujo de abandonar. La gente queer se ve obligada a ocuparse de cuestionamientos sobre tiempo y espacio, fundamentalmente porque a menudo se las acusa de “anacrónicas” y “fuera de contexto”. La respuesta convencional a este tipo de caracterizaciones ha sido literalmente la de “visibilizarse” (insertarse dentro del flujo normativo de tiempo y espacio, y dentro de las geografías convencionales de identidad y ser).
El cuerpo que fija su mirada en la lata mientras ésta es lanzada desde su mano, es el mismo cuerpo que envuelve su larga cabellera con ruleros, incorporándose a la vez al cuerpo que batea en dirección a la arboleda, elevando su mano hacia la cámara, y dirigiendo su mirada al recorrido del proyectil, y soñando con lo salvaje. Los tiempos salvajes para los cuerpos queer en esta obra no apuntan a orgías ni a fiestas únicamente, aunque se nos proponga una fugaz mirada a los cuerpos jugueteando, descansando, en el sauna, acicalándose entre sí. Aquí, los tiempos salvajes son las temporalidades a las que las fotografías nos dan acceso, mostrando a rebeldes jóvenes veinteañeras jugando en medio del campo.
Las fotografías de Bird introducen los cuerpos en lo salvaje, para luego trazar el impacto de la presencia humana sobre el paisaje, y el paisaje sobre cuerpos humanos. Y mientras los bosques parecieran explotar de vitalidad, la gente también viene a embriagarse con lo salvaje, desbordando con agua, pis, alegría. Y en el medio de este furioso intercambio, del dar y recibir entre sujeto y objeto, entre figura y tierra, de pronto aparece dramáticamente una silla, solitaria y vacía en medio del bosque. Lo frenético se volvió espacio de reposo, lo que jugueteaba se volvió mortalmente serio, lo que se encontró ahora se perdió, y lo que era salvaje es salvaje nuevamente. Resalvaje. Resalvajizado.

jueves, 3 de mayo de 2012

QUÉ ES EL SEXLESS?

....Sexless..., una tendencia realmente inquietante!

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=IIsyiYUoE8Y
(hacer click sobre el link para visualizar el video)

El Instituto Nacional de Sexología japonés define con el término Sexless ('Sinsexo') a las parejas que mantienen relaciones amorosas con una frecuencia inferior a una vez al mes. Pero, como muestra el documental El Imperio de los SinSexo, ingenioso juego de palabras que evoca la película El Imperio de los sentidos de Nagisa Oshima, cada persona tiene su propio concepto de abstinencia. Los hay que, aunque sólo hagan el amor una vez al año o, incluso, cada dos años, no se consideran 'Sinsexo'.

'Mendokusai', la excusa perfecta

El 37% de las mujeres japonesas se reconocen como abstinentes pero diversos informes demuestran que el porcentaje es mucho mayor. La famosa terapeuta nipona Mayumi Futamatsu asegura en el documental "El impero de los SinSexo" que la experiencia en su consulta le confirma que "entre el 60 y 70% de las parejas de más de 40 años no mantiene relaciones sexuales".

Esta situación no es nueva en Japón. Yoko, una esteticista de 39 años, cuenta que cuando se casó se fue de viaje de novios con su marido durante 10 días "y no pasó nada. Hasta el tercer año de casados no empezamos a hacer el amor tres o cuatro veces al año. Siempre se lo pedía yo y al final se fue a dormir a otra habitación".

Existe una palabra muy repetida entre los varones nipones: 'Mendokusai', en castellano 'estoy cansado', que resulta incontestable cuando se habla de sexo.

La industria del sexo, un negocio en alza

La sexualidad conyugal está en peligro pero la industria del sexo va viento en popa. En Japón el sexo está en todas partes; se anuncia, se exhibe, se paga y se ha elevado a industria nacional, moviendo 20.000 millones de euros al año, el 1% del PIB.

Gran parte de la actividad sexual se desarrolla en las cabinas de los 'vídeo vox', una especie de hipermercados del sexo, con una oferta ilimitada de películas porno, a los que acuden los hombres cuando salen del trabajo. Allí pasan un par de horas, antes de ir a su casa, o la noche entera, si pierden el último metro.

La industria se ha adaptado a la demanda y en el mercado japonés hay todo lo necesario e inimaginable para satisfacer al solitario más acérrimo. "Yo quiero a mi novia, pero cuando llego a casa y ella quiere hacer el amor, me cansa el sólo hecho de pensar que la tengo que hacer gozar", dice Fumiyo, un habitual de los 'vídeo vox'.

En El imperio de los SinSexo se destaca, sin embargo, que la gran oferta erótica no hace aumentar el número de separaciones matrimoniales. Los divorcios son poco frecuentes y la mayoría de las parejas 'sinsexo' son duraderas.
Los gatos, una cura para la soledad

Prostitutas, muñecas, masajes, películas... y hasta gatos. En 20 años el número de solteros se ha duplicado y los animales domésticos se han convertido en los nuevos compañeros, pero no en casa. Existen los 'Neko cafés', donde acuden los solitarios en busca del contacto y afecto que les puedan ofrecer los gatos.

La comodidad parece haber apagado el deseo de los japoneses. Pornografía y prostitución son sinónimos de placer inmediato y sin esfuerzo. La cuestión es si Japón es diferente, o sencillamente va por delante.

Documental sobre Sexless
(hacer click sobre el vínculo para visualizar el video)

Nota de autor: Si bien los latinos estamos un poco más alejados de esta tendencia, (por ahora...) Debido a las tendencias cada vez más egoistas y de aislamiento al que nos compele la sociedad de consumo, no creo que los latinos tampoco estemos exentos. Y las lesbianas como manejamos nuestra sexualidad? Una pregunta tambien inquietante...