jueves, 17 de mayo de 2012

La invisibilidad de las lesbianas

El silencio del lesbianismo margina y perjudica a las mujeres


Desde, aproximadamente, el año 2000, el mundo lésbico ha experimentado una rápida repercusión, haciéndose cada vez más presente en toda clase de contextos sociales. Una muestra de ello es que es en esta última década cuando han aparecido más productos de cine y televisión, libros, creación de páginas web e incluso música o moda, enfocados al colectivo de mujeres lesbianas. Sin embargo, a nivel general, es todavía muy tímido el avance en “salir del clóset” de las chicas L.
Las lesbianas se mantienen silenciosas en la mayor parte de ambientes sociales. Y, de todos es sabido, existe el ya tópico concepto de la “invisibilidad de las lesbianas” ¿Porqué?, ¿en qué consiste?, ¿cómo comenzó?, ¿porqué se manifiesta en ambos sentidos? Veámoslo.
El lesbianismo invisible
Es difícil encontrar, en la historia, referentes al lesbianismo de otras épocas. Eso es así porque, desde tiempos muy remotos e incluso en gran parte de las épocas de la Modernidad, se ha obviado la homosexualidad entre mujeres. Las posibles causas de esa obviedad las analizaremos a continuación, pero está claro que el hecho perjudicó, marginándolas, pero al mismo tiempo “benefició” a las mujeres lesbianas.
Las perjudicó porque, si la mujer siempre ha sido el último escalafón social, considerada inferior al hombre y en segundo plano durante siglos, la mujer lesbiana no era ni tan siquiera considerada como existente. Pero esa “invisibilidad” les permitió vivir su orientación sexual pasando desapercibidas, en la intimidad del hogar y sin que nadie reparara y reprochara su conducta. Así como en los varones la homosexualidad fue duramente perseguida, las lesbianas de otras épocas se libraron en gran parte de esa persecución y castigo porque el mundo patriarcal no podía admitir una serie de realidades en ellas. Y esos son los motivos de la “ceguera” ante lo lésbico:
· La escasa importancia concedida en esas épocas a lo femenino, al mundo de la mujer, hace que no se tenga en cuenta apenas nada su idiosincrasia. Por tanto, la homosexualidad femenina es tomada por frivolidad y aprendizaje propio de jovencitas o viudas solitarias, sin trascendencia para el universo masculino.
· Esa misma visión anterior de la mujer, hacía que se negara la sexualidad en ella. La mujer era solo una vía para la heterosexualidad masculina y la reproducción, girando todo en torno al androcentrismo.
· Se dudaba de la capacidad de la mujer de sentir y necesitar placer. Y, en la medida que podía admitirse, era tan solo posible por medio del placer que le transmitía el hombre y la devoción a él. Se reconoce en esto, no solo la superioridad dada al varón, sino la importancia conferida al pene y la penetración masculina, sin cuya participación no se comprendía el placer sexual.
Por todas esas razones, por ejemplo, no se tomaba en serio otra sexualidad entre las mujeres que la estipulada heterosexualidad. Lo lésbico no se consideraba más que mero juego o desliz entre amigas muy unidas afectivamente.
Repercusiones de la “invisibilidad”
La mujer adaptó y se amoldó a esas condiciones en su vida cotidiana. Como hemos dicho, esa consideración social, a priori discriminatoria y prejuiciosa, le confería sin embargo cierta libertad de movimientos a nivel privado. Por eso, aplicó el silencio exterior a su propio silencio, y el lesbianismo estuvo oculto durante siglos.
Pero, con la revolución del movimiento homosexual en pro de sus derechos, desde hace tan solo unas décadas, y la mayor aceptación general de la homosexualidad, las mujeres lesbianas se dan cuenta de los muchos aspectos de su realidad que son ignorados socialmente por esa “invisibilidad” que se le asocia. Aspectos judiciales, relacionales, económicos o médicos, entre otros, que no solo las distancia del resto de mujeres, sino que también las hace con distintas necesidades que los varones homosexuales, con quienes en principio intentaron colaborar en reivindicaciones y proyectos.
Y aquí nos topamos con el miedo y la costumbre de siglos a enfrentar la propia condición sexual de muchas mujeres. A las lesbianas, cómodas en cierto sentido con ese silencio en torno a su identificación de género o sexo, les cuesta ese “salir del clóset” para reivindicar la totalidad de sus derechos y asumir su realidad al completo.
La situación de las lesbianas es marginal, incluso dentro del colectivo LGBT, a causa de esa invisibilidad generalizada durante tanto tiempo. En el aspecto médico, porque apenas se ha podido estudiar su sexualidad, los riesgos que conlleva, las enfermedades de transmisión más comunes, ni tampoco su psicología y los problemas emocionales que derivan de su modo de sentir. Existen una serie de tópicos a desmitificar, un gran vacio informativo que sirva de valoración del mundo lésbico y su contexto. Lo mismo ocurre respecto a su reconocimiento jurídico, a la hora de adoptar, en transmisión de herencias y en otros trámites donde ese vacio legal deja a las mujeres lesbianas desprotegidas, así como a quienes forman su familia.
Y la lista de derechos en los que las lesbianas quedan en desventaja se alarga en los ámbitos políticos, culturales, económicos, etc.
La clave: la autoestima y rechazar la marginación
De ahí la urgencia de hacerse oír, de desmarcar las necesidades de este colectivo de las del resto de personas de otros colectivos humanos, con quienes pueden tener muchas afinidades pero con quienes también existen sustanciales diferencias, silenciadas junto a la especificación lésbica.
Es por todo ello que la mujer lesbiana tiene que despertar de ese oscurantismo protector, salir del closet en todos los sentidos y hacerse oír en la sociedad. La integración de ciudadanas de pleno derecho, con sus diferencias y sus propias prioridades asumidas individual y socialmente, solo se conseguirá cuando, en su gran mayoría, el colectivo haga un esfuerzo por pronunciarse, desmarcándose de otras asociaciones con distintos intereses pero integrando los suyos propios en el conjunto social.
Avanzar hacia la propia autoestima, la propia aceptación en todos los sentidos y sin ampararse por ello en subjetividades o victimismos desbocados. La lesbiana es una mujer que es capaz de amar a otras mujeres, y eso le acarrea una serie de prioridades distintas a los de otras mujeres. La principal, olvidar sus propios miedos y tabús al respecto, dejar de ser invisibles para la sociedad, ser reconocidas como parte de esa cacareada diversidad, dejarse ver, reconocer e incluso estudiar, para poder ser bien asumidas.

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